jueves, 10 de abril de 2008

Una historia totalmente posible con pinceladas de verdaderas irrealidades

El día en el que el barco llegó a puerto boliviano los ciudadanos del bosque La Araucaria consideraron oportuno congregarse en algún punto en particular para celebrar La Fiesta de la Reunión, como todos los años bisiestos que no sean pares. Eligieron, tras varios días de sufragio, la Mansión de Sir Conde Don Espárrago, de la cual se sabía, tenía vida propia. Optaron por ese lugar porque a diferencia de los demás hogares con vida propia, a esa Mansión le gustaban, por sobre todas las cosas, las visitas, y debido a eso recibía a todos encantada. La organizadora del evento fue la Goma de Borrar. No muchos estaban de acuerdo con la resolución, ella era muy estricta y no soportaba errores.
De a poco fueron llegando ya que no muchos eran puntuales. El Huevo Zapata, el que siempre mete la pata, llegó para sorpresa de nadie, primero. Minutos más tarde, y quejándose del dolor de cabeza por la baja presión, llegó el Alfiler Jesús María.
Comenzaron a charlar amigablemente (su amistad de meses lo permitía) cuando escucharon un ruido sospechoso desde afuera. Curiosos como protagonistas de película de terror, fueron agazapados y preparados para lanzarse al malhechor.
-Tranquilos, soy Morrón- Aclaró el pimiento asomándose por la ventana y lo hicieron pasar. Lentamente fueron arribando a la gran cita todos los invitados, o sea, todos los habitantes de La Araucaria. Algunos llegaban cansados, y otros con muchas ganas de festejar.
-¡Miren que tengo una rosca bárbara eh!- Sostuvo con una gran sonrisa la Tapita de aquel amargo cuyano.
Los más amigos charlaban entre sí, y los que no lo eran tanto, también.
-Hola, ¿Cómo te llamás?- preguntó la Lechuga.
-Tomate- dijo vergonzoso.
El Vinagre, que miraba la conversación de cerca, supo que de ahí surgiría una linda amistad.
La mayoría estaba de buen humor. Hasta al Cordón Gómez se lo veía alegre. Normalmente estaba siempre preocupado por atar cabos sueltos y resolver casos misteriosos.
A quien se lo veía un poco intranquilo era a Calculadora Ramírez. Después de muchas dudas pudo tomar la decisión, y pese al enojo de su padre, comenzó la carrera de Abogacía. Charlaba sentado en un sillón con la Desprolijidad, que insistía:
-¿Estoy bien así?, ¿O me queda mejor el aspecto informal?
En cambio, la tecla Shift estaba reluciente. Ahora que se había puesto de moda el guión bajo no hacía otra cosa que mostrarse.
La mansión era muy grande y permitía que al mismo tiempo se estén realizando varias actividades y que nadie sepa qué se hacía en los salones o rincones del lugar.
La Trampa había sugerido jugar a la carrera de mente, pero nadie quería jugar con ella, parece que sabe bastante.
Hubo un grupo que decidió jugar al fútbol. Al Ancho de Basto lo mandaron al arco, como siempre. Por suerte para él, de grande sería un excelente arquero. El partido era de ida y vuelta, y a cada rato cambiaba el marcador.
-¡Gol!- gritó el equipo del Sindicato de Aceitunas.
- Uuuuyy. ¿Y ahora?- El Garbanzo Aurelio no entendía mucho de fútbol.
- ¿De qué cuadro sos?- le preguntó el Arroz Frito.
- De ese…de aquél de Picasso- contestó con dudas Aurelio.
Pero la realidad mostraba que estaba lleno de juegos por todos lados.
– ¡Quieto ahí!- Gritó el oficial Polenta. Claramente era mal perdedor cuando jugaba a la popa. No soportaba que nadie se le escape. Como la Ocurrencia ese día estaba lenta, decidió irse por las ramas, y no terminó el juego.
El Ajo y la Cebolla también se divertían, pero su desafío de lucha libre terminó mal. Cuando ellos se desafiaban ni el Azafrán podía calmar los ánimos. Un matrimonio de Pralinés tampoco pasaba un buen momento mientras competían en la canasta:
- Estás re deforme, parecés un pororó- dijo la Praliné hembra.
Otros preferían entretenerse de manera solitaria.
- Calláte que estoy más concentrado que el jugo de hoy al mediodía- dijo alterado el Imán de una pizzería, mientras jugaba al solitario.
Tampoco podía faltar la escondida. Varios se habían sumado a este popular juego, pero parecía que había inconvenientes.
-¡Dios mío!, ¿No sabés contar hasta diez?- Se alarmó el Pan Lactal sobre la ignorancia de la Bombilla. Mientras, sentado a un costado, el Llavero pensaba: las cosas no se pierden, sólo juegan a la escondida. Lo iba a decir en voz alta, pero justo fue pica salvatodos de la Esencia de Vainilla.
Claro que no todo el entretenimiento era lúdico. Había otros que charlaban sobre temas muy variados. Por ejemplo el Cable, que explicó que de la ciudad de la que era procedente se sabía, gracias a una estadística indiscutible, que los Cables de peor conducta eran pelados. La Jarra, por su parte, escuchaba atentamente mientras pensaba “qué cómoda es esta posición”.
Todas las conversaciones dejaban algo y mostraban alguna cualidad de los ciudadanos. A pesar de ser una Mandarina, pudo demostrar que era muy buena consejera en asuntos de inversiones en el ámbito cultural. La explicación de aquél cítrico dejó con la boca abierta a la Lata de Duraznos en Almíbar.
Algunos aprovechaban para contar historias o sueños actuales.
-Y caía por un pozo laaargo- Decía Alicia. Pero claro, Hugo el Destornillador no prestaba atención, opinaba que los sueños de Alicia se habían vuelto repetitivos últimamente.
Por su parte, el Diccionario Rigoberto, explicaba:
-Sí, Cotinga es un pájaro insectívoro, de pico grueso, boca grande y barbas carnosas que anida en los agujeros de los árboles-. Todos los presentes lo escuchaban atentamente, es que el Diccionario Rigoberto se las sabe todas.
-Algún día voy a estar en un diccionario y voy a significar algo- dijo un poco ilusionado Greastearsete. Todos lo miraron con ternura, y ninguno lo contradijo.
No todas las charlas eran alegres. A algunos les tocaba consolar o aconsejar.
-Estoy en otra, no se qué hacer- Decía el año 2005. Su baja autoestima incomodaba bastante a 2007.
Por otra parte, sin consuelo alguno, la Batata Lucrecia lloraba desconsoladamente y balbuceaba:
-Tengo cara de papa, lo sé.
En un momento de la tarde apareció el Repollo Ricardo haciendo una gran entrada. Era muy famoso en el bosque, pero su problema era que poca gente lo conocía y pasó inadvertido.
También, y a pesar de la confianza entre todos, había operativos de seguridad en la puerta. Era muy difícil que ingrese alguien armado, además no era necesario. El único capaz de poder burlar los registros y cacheos era el Azúcar, porque cuando andaba con armas la policía no se daba cuenta. Era prácticamente impalpable el Azúcar.
La jornada fue larga. Comenzó temprano y nadie se fue antes de tiempo. Es que estos vecinos siempre encontraban la manera de pasarla bien y no cansarse. Entre juegos, charlas, consejos, miradas, silencios y sobretodo, diversión, se pasó el día.
Luego, cuando creyeron que era hora de finalizar el evento, decidieron que se había hecho tarde (en La Araucaria al tiempo lo controlaban los mismos ciudadanos) y comenzaron a retirarse lenta, pero masivamente; el amplio camino de piedras grises y azules rojizos lo permitía. Se marcharon recordando las cosas que habían sucedido hacía no más de media hora; algunos gritaban, saltaban, reían, era todo felicidad. Hasta la Goma de Borrar estaba satisfecha por el resultado de la fiesta, sin dudas, mucho mejor que la que nunca existió en el pasado.
A pocos metros de la salida, pasó caminando el Diario de Ayer y vio la multitud despidiéndose sonriente. Asombrado se acercó, y preguntó:
- ¿Qué pasó acá?
Nadie contestó. Es que siempre pasaba lo mismo, el Diario de Ayer estaba siempre desactualizado.

1 comentario:

La Luna dijo...

Che desgraciado, mira como me vengo a enterar que tenés un blog!!

Bienvenido al mundo blogger, cualquier cosita yo ya soy como el sereno por acá, lo que necesites, cualquier duda, cualquier comentario, avisame, todas las madrugadas estoy.

Mucha suerte con estos de los blogsesss. Nos leemos, como siempre.
Beso grande.

Lunita.