Voy a ir al balcón, necesito un poco de aire. Ya estoy afuera. Ahora estoy viendo un hombre salir de un local. No alcanzo a ver de qué es el negocio pero sí puedo observar lo que está pensando. No se cómo hago, pero sigo viendo y muy atento. Está pensando en una mujer, se quién es, la conozco, aunque no sólo la imagina físicamente, sino que la piensa junto a su personalidad. Es más joven que él, como siempre. Sigue caminando derecho, llegó a la esquina. Sigue pensando en la mujer y va a cruzar la calle (eso no es muy conveniente me parece). Está esperando que pase un Clio rojo. Ya pasó, ahora cruza. Está pisando la primera línea blanca de la senda peatonal sólo con la pierna izquierda. Ahora con la derecha pisa bien la segunda, tambalea un poco, pisa la tercera con la izquierda, dio un salto, pisó la cuarta, de vuelta con la izquierda, va a hacer la quinta con la derecha. Perdió el equilibrio, se está riendo. Ahora mira para los costados disimuladamente para ver si alguien lo ve reírse. Sólo una señora. No está pensando más en la mujer de antes. Ahora piensa en si conoce a la señora. Se dio cuenta que no y sigue derecho. Está pasando por una casa que tiene mucho reflejo en el vidrio. Mira de reojo y se acomoda el pelo. El viento se lo volvió a desacomodar, pero no se dio cuenta. Metió la mano en el bolsillo de atrás. Está por sacar un billete de dos pesos. No, es de cinco. No piensa en eso porque eso lo pensé yo. Se lo pone en el bolsillo de adelante sin hacer tanto alboroto.
Entró a un locutorio, saludó al encargado y preguntó por una cabina. No puedo ver a cual lo mandó, pero está marcando un número de larga distancia. Me parece que le dio ocupado. Cortó. Ahora marca de nuevo pero mirando un papel. No se de dónde lo sacó. Tiene el numero escrito en lápiz y no creo que sea su letra.
Ahora no contesta nadie. Frunció el seño. Supongo que porque antes le daba ocupado y ahora no contesta nadie. Sí, era por eso. Está marcando de vuelta. Se arrepintió. Salió de la cabina, saludó al encargado, quien no le devolvió el saludo. Estaba viendo algo en la computadora, no se qué miraba porque el monitor esta ubicado para el otro lado y no puedo ver los pensamientos del encargado.
Mira para los costados, está parado en una pierna, mientras, con la otra, simula giros de tango realizados por una mujer, pero bastante masculinos. Sigue con la misma dirección que iba antes. Está pensando en una hamburguesa con lechuga y tomate. Creo que tiene hambre. No puedo ver sus sensaciones, sólo los pensamientos. Pasó por al lado de un carrito que vende churros. Ahora se imagina una hamburguesa con lechuga, tomate y churros. Sacó la lengua.
Apura el paso, está pensando en qué hora es, me asombra con la claridad que lo estoy viendo. Va a cruzar de vuelta, esta vez hay semáforo y mueve la mano señalando la posición de la luz roja. No entiendo que quiere hacer. Se puso en rojo y ahora cruza. Pensó en saltar las líneas blancas de vuelta, pero se acordó tarde y ya va por la tercera. Sube el escalón y sigue su camino. Pasa por en frente de un hotel. No ve a nadie conocido. Está pensando en que tiene ganas de irse a Europa. Sigue caminando y ahora se imagina en París, en un bar al aire libre. El día está despejado, el clima es seco y agradable. Se imagina con ella. La mesa es para dos y las sillas están enfrentadas. Discuten un poco con gracia por quién se sienta de espaldas a la Torre Eiffel que está cerca del lugar y a la vista. Sin el permiso del mozo, él corre la silla y se sienta al lado de ella. Lo veo clarito. Se abrazan un poco y le da un beso cariñoso en el cachete. La mira a los ojos y se acerca a ella. Le habla rozando sus labios. Agarra una bolsa que parece tener muchos objetos. Le da un sobre vacío y comienza a sacar las cosas. Le da una vista panorámica de un sueño cumplido, luego un cuadro para seguir y seguir pintando con temperas de varios colores, una llave de luz que enciende y apaga la realidad, un abrazo que sirve para invierno y verano, una almohada incómoda para que se apoye en su hombro, una solución indescifrable para problemas simples, una soga con un nudo muy difícil de desatar aunque fácil a la vez, una foto suya (su preferida) en una mesa junto a su creatividad, su imaginación, el miedo (bastante borroso) y su sinceridad (muy sonriente). Además le da un manual con explicaciones sobre cómo es él, pero en blanco, y un libro con cuentos sobre su ideología y manera de pensar, bastante claro por cierto. Solamente le queda por sacar de la bolsa un sobrecito de azúcar. Llegó a la otra esquina y dejó de pensar en París, pero cree y sabe que le puede dar todo eso. Sabe que le puede hacer bien. Aunque también sabe que ella no se da cuenta. Y sigue caminando. Ya me cuesta un poco verlo. No por la distancia, es que hay mucha gente. Entró en calor, al menos eso está pensando ahora, pero no tiene más que una remera puesta. Empieza a caminar más lento, ahora no tanto, ahora sí.
Pasa por un parque y piensa en hamacas. Quiere hamacarse. No hay hamacas. Se lamenta. Mira el cielo, se está despejando. No se detiene. Pasa por la casa de una amiga, creo que va tocar timbre porque se quedó parado. No, se está atando los cordones, aunque piensa en la amiga. Retoma el camino. Ahora no hay tanta gente, sin embargo casi no lo veo, dobló por una calle que me dificulta la visión porque no la conozco mucho.
Sigue caminando y ahora sí ya se me complica verlo. Cada vez se aleja más y se hace borroso. Ya es una figura difícil de reconocer, no veo por donde va ni cuánta gente hay, pero sí puedo ver lo que piensa, está pensando en ella de vuelta. Ya fue suficiente aire, abro la ventana del balcón y me voy adentro con un sobrecito de azúcar en la mano sin saber de dónde lo saqué.
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1 comentario:
Ay! otro de mis mas preferidos!
Adoro este cuento. Es más, con tu permiso lo posteo alguna vez en mi blog, haciéndote la debida publicidad, oppppvio.
=)
Besote
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